El poliamor: un amor humano, demasiado humano


Hoy en día, se pueden problematizar muchos aspectos derivados del amor, como el matrimonio, el noviazgo, etc. Sin embargo, existe un aspecto que, a pesar de que han surgido diferentes teorías que llegan a cuestionarlo, no se ha logrado un cuestionamiento por parte de toda la sociedad peruana. Pues, en algunos casos, se da por hecho de que es un aspecto inmutable y necesario en la sociedad. Este aspecto es la monogamia. “Muchos hablan del amor [amor dentro de los vínculos monógamos] […] como en los siglos pasados hablaron de Dios” (Beck y Beck-Gernsheim 2001: 30). En cierto modo, es casi inconcebible pensar los vínculos amorosos fuera de la exclusividad de la monogamia. No se piensa más allá de las formas institucionales en las que la pareja se ha manifestado hasta ahora, ya que es una práctica muy arraigada a lo largo de la historia del Perú. Sin embargo, ¿Se pueden pensar los vínculos amorosos fuera de todo tipo de relación institucionalizada como es el caso de la monogamia y la poligamia? 
El poliamor es un tipo de práctica amorosa que, en contraposición a la monogamia, no encierra el amor en la exclusividad de dos personas y practica un amor más inclusivo en la cual pueden participar más de dos personas a través de un acuerdo entre cada una de las partes. El poliamor fue un término acuñado en 1990 a partir de la raíz griega poly que quiere decir muchos, y del latín amor, que en el idioma español significa lo mismo (Veaux y Rickert 2014: 24). En una relación poliamorosa, no existe una estructura o forma rígida y normativa, ya que la estructura de la relación poliamorosa florece a partir de los sentimientos de los integrantes y de los acuerdos que se realiza entre ellos. La forma de la relación depende de los acuerdos que se hayan tomado entre las distintas partes. Ante la unión o salida de un integrante, los acuerdos tomados anteriormente se redefinen (Thalmann 2008: 43).
No obstante, ante toda la tradición monógama en la sociedad y el surgimiento del poliamor acabe formularse la siguiente pregunta: ¿La monogamia debería dejar de ser el modelo de relación obligatoria y ser reemplazada por el poliamor? En el presente texto, se argumentará a favor de que la monogamia debería de dejar de ser el modelo de relación amorosa obligatoria y que se puedan formar relaciones poliamorosas de forma libre. Para ello, se utilizarán tres argumentos para defender la idea. El primer argumento será que la monogamia es un patrón guiado por la cultura y no por correlato biológico. El segundo serán las razones por las cuales el poliamor no es una forma de degeneración del concepto de amor. Finalmente, se explicará las razones por las cuales el poliamor está exento de las relaciones de poder en la sociedad y es una forma de amor libre.
En primer lugar, la monogamia es un patrón guiado por la cultura y no por el correlato biológico. Hecho que se puede evidenciar con el estudio de la historia primitiva. “Existió un estadio primitivo en el cual imperaba en el seno de la tribu el comercio sexual promiscuo, de modo que cada mujer pertenecía igualmente a todos los hombres y cada hombre a todas la mujeres” (Engels 2017: 42). Un claro ejemplo de la reproducción y unión fuera de los vínculos monógamos es la cultura polinesia. Cultura que se habría desarrollado tras la inmigración a alguna de las islas del triángulo polinésico, en el año 1200 a.C., y sin contacto alguno con otra cultura hasta 1595 d.C. Acerca del tipo de unión que regía esta cultura, no eran monógamos ni estrictamente polígamos. Estos fueron sexualmente abiertos a los forasteros que los contactaron por primera vez (Olson 2012: 193). Esta tendencia a ser sexualmente abiertos se debe a factores biológicos presentes tanto en el hombre como en la mujer.
En el caso de los machos, estos producen gran cantidad de espermatozoides, debido a que necesitan estar disponibles para varios encuentros sexuales con el objetivo de fecundar a la mayor cantidad de hembras posible. Los machos tienden a ser promiscuos, ya que la producción de espermatozoides es en grandes cantidades y no implica una gran inversión (Barash y Lipton 2003: 29). El deseo de aparearse en lo posible con un gran número de hembras radica en la inversión parental. “La inversión parental es, sencillamente, todo el elemento gravoso –tiempo, energía, riesgo –que un progenitor gasta o soporta en favor de su descendencia y que incrementa las posibilidades de que esta tenga éxito” (Barash y Lipton 2003: 31). En el caso el ser humano, existe una inversión parental diferente entre el hombre y la mujer. El hombre es el que realiza una inversión menor que la mujer. Además, el sexo que más invierte se convierte en un recurso preciado para el que invierte menos (Barash y Lipton 2003: 31). Por ello, los machos estarán en la búsqueda constante de hembras para poder inseminarlas. El esfuerzo reproductivo de los machos implica dedicar energía principalmente en competir por parejas (Muehlenbein 2015: 1067). Por otro lado, a pesar de que los machos ayudan a la hembra a criar a su descendencia, estos aún se encuentran disponibles para relacionarse con otras hembras para poder acrecentar su descendencia (Barash y Lipton 2003: 32). La disponibilidad del macho para dejar a su descendencia por la búsqueda de nuevas hembras se debe a que es más conveniente procrear descendencia en mayor cantidad que quedarse cuidando a esta.
Usualmente, en los machos, la posibilidad de perder es menor que la de ganar al abandonar la descendencia existente en busca de otra (Fine 2017: 38). La producción de espermatozoides en cantidad lleva a los machos a aspirar al éxito reproductivo y para lograr este objetivo van a necesitar inseminar de manera exitosa a la mayor cantidad de hembras. Objetivo que no podrá ser logrado si el macho es monógamo. Para el macho, la monogamia significaría una desventaja al momento alcanzar el éxito reproductivo, ya que representa una reducción de oportunidades para lograr su cometido (Barash y Lipton 2003: 34). Además, la búsqueda por el éxito reproductivo también se podría justificar con la posibilidad de eyaculaciones múltiples en algunos mamíferos, entre ellos el ser humano. La existencia de múltiples parejas sexuales se puede evidenciar con la capacidad de eyaculaciones múltiples presente en el 80% de todas las especies de mamíferos. (Barash y Lipton 2003: 38). Por ello, ante la evolución biológica, se puede evidenciar que los mamíferos machos son propensos a mantener relaciones sexuales con diferentes hembras con el objetivo de inseminar a la mayor cantidad. “La mayoría de observadores del comportamiento animal, por no mencionar a los observadores del Homo sapiens, estarían de acuerdo en que los machos exhiben por lo general mayor apetencia sexual y menor discriminación” (Barash y Lipton 2003: 39).
Por otro lado, las hembras producen una escaza cantidad de células reproductivas. “Una única eyaculación humana […] contiene alrededor de doscientos cincuenta millones de espermatozoides, mientras que, por contraste, para que se produzca la ovulación de un único huevo se precisa alrededor de un mes” (Barash y Lipton 2003: 30). En comparación con los machos, invierten más recursos y tiempo para poder reproducirse. La reproducción femenina se divide en gestación, parto, lactancia y la reanudación del ciclo menstrual, lo cual implica costos de tiempo y energía (Muehlenbein 2015: 1061-1062). Durante la gestación, la madre realiza un gran gasto energético, ya que la cría se alimenta de su flujo sanguíneo. (Barash y Lipton 2003: 30). Además, el tamaño de las crías humanas también influye de gran manera en el gasto energético de la madre. En comparación con los primates, parientes más cercanos del ser humano, las crías humanas nacen más gordos, grandes y pesados en relación con el tamaño materno, lo que convierte a los bebes humanos en los más costosos de producir (Muehlenbein 2015: 1062). Asimismo, después de dar a luz a la cría, el gasto energético aún continúa. “Tras el alumbramiento, el mamífero recién nacido (humano o no) recibirá proporcionalmente aún más alimento, en forma de leche, de los pechos de su madre” (Barash y Lipton 2003: 30).  Debido a esto, la hembra no puede permitir alumbrar a una cría sin posibilidades de sobrevivir, ya que el gasto de energía durante su gestación y de cuidado tras el alumbramiento habría sido un desperdicio. “Si una hembra de mamífero […] es inseminada por un macho inferior –por ejemplo, uno cuya descendencia no consiga sobrevivir o […] reproducirse—, pagará un alto precio en forma de riesgo además de en tiempo y energía perdidos” (Barash y Lipton 2003: 30).
Por ello, para conseguir descendencia que logre sobrevivir, su objetivo será ser inseminada por un macho superior al resto, a través de encuentros sexuales con diferentes machos o también conocido como el apareamiento múltiple. A través del apareamiento múltiple se da competición de espermatozoides. Este es un hecho que se deriva directamente del apareamiento múltiple. Competición que se ha logrado evidenciar en todos los grupos de animales e incluso en el ser humano (Barash y Lipton 2003:9). La competición de espermatozoides le permite a la hembra ser inseminada por los espermatozoides del mejor macho. Esta competencia se da entre los espermatozoides de los diferentes machos con el objetivo de lograr fertilizar el único ovulo de la hembra (Baker y Bellis 2014: 64). Esta competencia permitirá a la hembra generar descendencia que sea capaz de sobrevivir. Sin embargo, para que exista la competencia, el apareamiento con múltiples individuos no es suficiente. El apareamiento de una hembra con un macho debe ocurrir mientras aun, la hembra contiene en su tracto reproductivo esperma competitivo de uno o más machos diferentes (Baker y Bellis 2014: 64). Esta es la razón por la cual las mujeres pueden tener orgasmos múltiples. Los intervalos de tiempo entre cada relación sexual con cada macho diferente no deben ser muy extensas, ya que también se debe considerar el tiempo de vida de los espermatozoides. Las inseminaciones a la hembra deben ser realizadas dentro del tiempo de vida competitiva del esperma del primer macho (Baker y Bellis 2014: 64).  
Por otra parte, la no predisposición biológica a practicar la monogamia aún sigue vigente a pesar de que entre la aparición del hombre y el presente hayan pasado muchos años. El entorno actual existe desde un tiempo tan corto que no puede haber un cambio significativo en el desarrollo biológico. Los antiguos módulos del cerebro que dirigían el comportamiento de los seres humanos aún siguen vigentes (Precht 2011: 31). Por ello, ante la evidencia presentada anteriormente, queda claro que el ser humano no tiende a formar relaciones amorosas que implican la exclusividad amorosa y sexual, como es el caso de las relaciones monógamas, sino que ambos sexos tienden a formar relaciones amorosas y sexuales con diferentes personas de una manera simultánea, como es el caso del poliamor. 
En segundo lugar, se podría afirmar que el poliamor es una forma de degradación del amor, ya que el concepto de amor se tergiversa hasta llegar al punto de que cualquier atracción puede ser considerada como amor. “No es que más gente esté a la altura de los estándares del amor en más ocasiones, sino que esos estándares son ahora más bajos” (Bauman 2005: 20). Pues, este tipo de relación podría favorecer la superficialidad del amor, ya que el afecto se reparte más allá de la dualidad de la pareja y esta repartición generaría que se confunda amor con atracción. “El amor verdadero debe ser total, no se puede fraccionar” (Thalmann 2008: 55). Por ello, el poliamor sería una alternativa de relación amorosa totalmente superficial y que generaría una degradación del concepto de este.
Por otra parte, también se podría afirmar que es una forma de institucionalizar el libertinaje. Al existir una relación formada por más de dos individuos, aumenta la posibilidad de mantener relaciones sexuales en mayor cantidad y con individuos diferentes. La imagen que se forma del poliamoroso es de una persona egoísta que no puede renunciar a sus impulsos y solo busca el bienestar propio. Para el poliamoroso, lo más importante es el bienestar personal. No es capaz ser considerado con los demás (Thalmann 2008: 62). Además, que otra prueba de que es una forma de institucionalizar libertinaje radicaría en la inestabilidad de las relaciones. “[El poliamoroso] un ser inconstante, dispuesto a apasionarse por un nuevo amor, a la búsqueda constante de excitación y de novedades” (Thalmann 2008: 56).
Sin embargo, en el poliamor, no existe degradación alguna del concepto de amor. Cuando se afirma que se confunde pequeñas atracciones con amor, se evidencia el hecho de que el concepto de amor está siendo configurado por la monogamia. Se considera que la única relación en la que puede existir amor es en la que existe la exclusividad amorosa. Generalmente, se piensa el concepto de relación amorosa en el centro de las relaciones monógamas. Sin embargo, ni el amor ni las relaciones románticas son sinónimos de monogamia (Fuentes 2012: 288). Entonces, si el amor no es la unión exclusiva entre individuos, ¿Qué es el amor? Según el contexto la biología del apego, las hormonas y neurotransmisores, como la oxitocina, vasopresina, prolactina, testosterona, dopamina, etc., están vinculadas en el desarrollo y mantenimiento de los vínculos fisiológicos entre los progenitores y las crías. Sin embargo, este sistema también funcionaria entre adultos. El toque físico, gasto en tiempo social y las interacciones sociales pueden desencadenarla. Hay un sistema evolucionado en los seres humanos que utiliza interacciones sociales y físicas, hormonas y cerebro para estimular más el cerebro a sentirse más cerca y más unido a otro individuo (Fuentes 2012: 288). Ante el contexto de la biología del apego, la definición convencional del amor cambia radicalmente. Desaparece las divisiones entre diferentes tipos de amor como es: el amor a los padres, el amor a los amigos, el amor a los hijos, etc. La concepción de amor se convierte en una fuerza que genera apego entre las personas. El antropólogo Walter Goldschmidt lo llamo hambre afectiva. Esto consiste en que el sistema básico que vincula a las madres de mamíferos con sus crías se ha expandido y se ha optado por la especie humana para que actué como un sistema de vinculación social y fisiológica entre los individuos (Fuentes 2012: 289). Entonces, respondiendo la pregunta sobre la definición del amor, el amor es un contexto subyacente al hambre afectiva. Es la capacidad de formar múltiples lazos sociales fuertes. (Fuentes 2012: 289). Y hablando de una más general, el amor romántico solo se diferencia del amor a las demás personas en la producción de algunas hormonas diferentes. Estas hormonas serían las encargadas de producir el comportamiento sexual (Fuentes 2012: 290). Por ello, el amor romántico se puede dar hacía más de una persona ya que es posible formar diferentes vínculos sociales fuertes y, como se mencionó anteriormente, sentir atracción sexual por más de una persona, hecho que recibiría el nombre de apareamiento múltiple.
Por otro lado, el poliamor no podría ser considerado como una forma de legitimar el libertinaje. El libertinaje implica formar diferentes parejas pero con el único objetivo de ampliar la vida sexual. No es necesario que exista algún vínculo sentimental entre ellas (Thalmann 2008: 36). En contraposición al libertinaje, las relaciones poliamorosas no solo se fundamentan en el mero hecho de tener encuentros sexuales con diferentes tipos de personas. Para cualquiera que imagine que ser poliamoroso significa acostarse con cualquier persona, cuando se quiera, sin tener consideración los sentimientos de los demás está equivocado. La relación poliamorosa no significa que todo está permitido. Significa mucho más: escuchar, discutir, resolver los problemas que se susciten entre los integrantes de la relación. (Veaux y Rickert 2014: 32). Por otro lado, las relaciones poliamorosas tampoco significan un acuerdo entre un grupo de personas para satisfacer sus deseos sexuales mutuamente. El poliamor no necesariamente sugiere el acuerdo de las partes para únicamente mantener relaciones sexuales. Hay personas en poliamorosas con diferentes gustos. Por ejemplo, hay familias poliamorosas pasan su tiempo realizando actividades que una familia común hace (Veaux y Rickert 2014: 38). Asimismo, es falso que sea inestable, ya que los poliamorosos no generan lazos amorosos con otros individuos para olvidar los problemas que tiene con los integrantes de la relación. “Uno no se lanza a una nueva relación para paliar las insatisfacciones vividas en la anterior” (Thalmann 2008: 60). En el poliamor, la estabilidad radica en la existencia de compromisos y cláusulas para que se pueda desarrollar armónicamente la relación entre los diferentes individuos. Además, los compromisos y cláusulas se van renovando a medida que los integrantes de la relación van variando. El compromiso y la estabilidad no se reducen a formas preestablecidas e invariables del amor. Desafortunadamente, la sociedad ha enseñado que el compromiso solo se otorga a través de la exclusividad sexual (Veaux y Rickert 2014: 26).
Además, las relaciones poliamorosas no pueden ser consideradas como adulteras, ya que el grado de elección de la persona en cada caso es distinta. La promiscuidad sugiere la falta de discernimiento. Los poliamorosos llegan a ser más exigentes al elegir a la pareja (Veaux y Rickert 2014: 32). Un claro ejemplo de esta mayor exigencia de elección ocurre en la probabilidad de contraer enfermedades venéreas. Irónicamente, las relaciones poliamorosas tienes menos probabilidades de contraer o transmitir alguna enfermedad de transmisión sexual (Pincus y Hiles 2017: 42). Esto se debe a que existe más comunicación, se conoce mejor a la persona y hay un mayor discernimiento a la hora de elegir a la persona en una relación poliamorosa que en la mayoría de relaciones de infidelidad y promiscuidad. La gran parte de transferencia de enfermedades de transmisión sexual ocurre debido a que no existe una correcta protección y por el desconocimiento del mal que aqueja al otro. En el caso del poliamor, existe la comunicación sobre las preferencias de protección para estas enfermedades, que integrantes las padecen y los límites para las relaciones sexuales (Pincus y Hiles 2017: 42).
Por otro lado, paradójicamente, a pesar de que en la monogamia se debe ser fiel solo a una persona, no siempre se cumple el voto de fidelidad que se juró ante la pareja. “Los clientes de la prostitución y de forma general de los diferentes comercios relacionados con el sexo […] no son solo los solteros. Una gran parte de esta clientela la constituyen hombres casados, que buscan darle sabor a una vida sexual que se ha vuelto sosa” (Thalmann 2008: 28). Debido a que los amores y relaciones íntimas fuera de la pareja están prohibidos, los individuos intentan saciar sus impulsos sexuales en situaciones fuera del vínculo monógamo a escondidas de la pareja. Sin embargo, la infidelidad no solo ocurre por hecho de insatisfacción, sino también por el hecho de es prohibida. La prohibición resulta contraproducente debido a la reactancia psicológica. Este fenómeno consiste en desear todo lo que se prohíbe al sujeto (Thalmann 2008: 87). Asimismo, la libertad sexual no necesariamente tiene que desembocar en una sociedad sumida en un desenfreno sexual irreversible. Contrario a lo que se cree sobre la libertad sexual, esta generaría un mayor cuestionamiento al momento de relacionarse con un nuevo amante (Thalmann 2008: 87). La falta de franqueza de los amantes tradicionales no radica tanto en el miedo de mentir o engañar sino el hecho de decir la verdad, debido a la culpa por haber realizado una acción prohibida y por cómo podría sentirse a la pareja el enterarse de la verdad. En el poliamor, ante la existencia de una nueva atracción hacia a una persona, el individuo no lo oculta a los demás integrantes de la relación. Pues, los integrantes sienten la confianza de comentar la nueva atracción a otra persona y se puede llegar a un acuerdo entre las demás partes.
Finalmente, el poliamor representa una forma de amor libre, ya que no contempla la exclusividad amorosa. La exclusividad amorosa deriva en los celos. En algunos casos podría derivar en el sentimiento de posesión del otro integrante de la pareja. “La posesividad es uno de los resultados directos de la exclusividad: el que acepte entregar la satisfacción de todas sus necesidades afectivas y sexuales en manos de una única persona hará bien en tenerla controlada” (Thalmann 2008: 45). Por ello, la monogamia forma una relación de poder entre los individuos en la cual uno se siente poseedor del otro. Sin embargo, las relaciones de poder no se reducen a la monogamia. También, se producen las relaciones de poder en las relaciones polígamas en la cual la exclusividad amorosa se da entre el género que carece de libertad para amar y el género que cuenta con la libertad de amar, dependiendo si es una poliandria o una poliginia. “Los amantes exclusivos llegan a pensar muy pronto que su pareja les pertenece. Y si no su espíritu, al menos su cuerpo, y como mínimo su sexo” (Thalmann 2008: 45). Este razonamiento lleva a que exista un individuo dominante en la relación que intenta controlar al otro integrante, hecho que está considerado como algo normal y en cierto modo considerado de modo romántico como parte del “sacrificio por el otro”. “Se otorga a un miembro de la pareja […] el derecho de dominar a su cónyuge: derecho a disponer de su tiempo, de su libertad, incluso de su vida” (Thalmann 2008: 30). Ante este dominio, el individuo dominante deja de percibir a su compañero como una persona libre y lo siente como un objeto. Al sentir que su pareja le pertenece, el individuo dominante la concibe como un objeto que puede utilizar, dirigir y corregir como le parezca oportuno (Thalmann 2008: 30).
Este sentimiento o deseo de posesión del otro puede generar los celos de la pareja. El amante percibe otras relaciones que tiene su pareja como una amenaza que puede afectar la exclusividad mutua y, con ello, producir carencias (Thalmann 2008: 45). Posteriormente, los celos producidos en un integrante de la pareja podrían derivar en la violencia de pareja, que en muchos casos es en contra de la mujer. Hecho que se evidencia en los expedientes judiciales entre el 28 de diciembre de 2011 al 31 de junio de 2015. De cincuenta casos de feminicidio, diez fueron cometidos por ex convivientes y cinco, por ex enamorados. Hecho que evidencia que en algunos casos, las mujeres aún tienen limitaciones con su autonomía, a pesar de haber terminado esas relaciones (Defensoría del pueblo 2015: 117-118). Por otro lado, también se puede evidenciar en la cantidad de feminicidios por celos o infidelidades. De los cincuenta casos, dieciocho casos fueron por celos y dieciséis casos fueron por la suposición de que hubo alguna infidelidad (Defensoría del pueblo 2015: 118). 
Como se mencionó anteriormente, no se puede generalizar la posesividad entre individuos y las derivaciones de los sentimientos de posesividad en las relaciones monógamas. Sin embargo, en la exclusividad amorosa, aún existe margen para que desarrollen los sentimientos posesividad y los actos que derriban de ellos. Hecho que no ocurre en el poliamor ya que no existe la presuposición de que uno le pertenece al otro y además consideran que cada integrante de la relación es libre de actuar como desee. En las relaciones poliamorosas, cada integrante es libre de actuar como desee. No existe la posesión de un individuo a otro (Thalmann 2008: 46). Por ello, en las relaciones poliamorosas no pueden existir los celos. La sensación de pérdida es lo que produce los celos. No se puede sentir celos si nunca menos se ha sentido al otro como una pertenencia (Thalmann 2008: 74).
Por otro lado, el poliamor se ha convertido en una forma de resistencia ante el control que ejerce la biopolítica en los individuos. “[La biopolítica] se refiere a la política que se ocupa de la vida” (Lemke 2017: 17). Para la biopolítica, el cuerpo se convierte en un instrumento que es manejado por las instituciones y sus prácticas para cumplir un fin (Fernández y Sierra 2012: 10). En el caso de la monogamia, esta es usada por el sistema como una forma de regular los comportamientos sexuales y sentimentales de los individuos. Entonces, el poder no reprime el sexo, sino que a través de discursos le dice al ser humano como vivir y practicar su sexualidad. La biopolítica logra manipular a los individuos a través de la normalización disciplinaria. “La normalización disciplinaria consiste en plantear ante todo un modelo, un modelo óptimo que se construye en función de determinado resultado, y la operación de normalización disciplinaria pasa por intentar que la gente, los gestos y los actos se ajusten al modelo” (Foucault 2006: 70-71). Además, esta consiste en juzgar al individuo a partir de una norma impuesta y de acuerdo con esa norma se considera si es alguien normal o no. “Normal es quien es capaz de conformarse a esta norma, anormal quien no lo consigue” (Fernández y Sierra 2012: 57). Una característica de la normalización disciplinaria es que logra que los individuos cumplan los preceptos impuestos por la sociedad a través del filtro de lo normal y anormal sin necesidad de coacción alguna. Llegan a considerarlo como algo natural e incuestionable. “El control debe alojarse en la cabeza del dominado y a considerar como natural lo que se le está imponiendo” (Fernández y Sierra 2012: 33).
Un ejemplo es el caso de las relaciones amorosas dentro de los vínculos monógamos. La monogamia es considerada como un modelo de relación amorosa normal e ideal. Por ello, es practicada sin ninguna coacción o legitimación del estado ni de la religión (Beck y Beck-Gernsheim 2001: 36). La normalización disciplinaria de la monogamia produjo la concepción de que la práctica de la monogamia es lo correcto y produjo el rechazo de otras formas de relaciones amorosas como el poliamor. “Estamos condicionados para pensar que la unión monógama es la única forma de vivir nuestros amores, hasta el punto de elevarla al rango de ideal, aunque nuestra experiencia personal nos diga lo contrario” (Thalmann 2008: 27). La normalización disciplinaria de la monogamia se desarrolla día a día mediante la cultura y el entorno, las historias románticas del cine, la industria musical, etc.
El criterio que utiliza la biopolítica para regular los comportamientos de los individuos es la utilidad que puede generar ese comportamiento para el sistema. “El biopoder asegura el sometimiento y el incremento de la utilidad del cuerpo, y de la especie” (Fernández y Sierra 2012: 152). Criterios que muchas veces deja de lado el aspecto sentimental de los individuos. La monogamia está concebida como una unión utilitaria para la sociedad. El matrimonio es visto como un sistema social que sirve para legitimar la reproducción, la herencia de la propiedad y para controlar y regular la actividad sexual de los individuos (Fuentes 2012: 294). Ante la concepción utilitaria del amor dentro de la monogamia, la pareja puede cumplir cada una de las exigencias que implica ser parte de una relación monógama, ser un modelo ideal de monogamia y que su unión este respaldada un contrato legal, pero puede que no sientan amor mutuamente o se hayan dejado de querer hace mucho tiempo. El matrimonio, como expresión máxima del amor monógamo, queda totalmente desvirtuado. Para el poder, la monogamia dejo de ser una relación unida por el amor y pasó a ser una institución. El amor como prueba de la unión de dos personas ha dejado se ser válida. Los vínculos que unen el matrimonio se reducen a la firma de un contrato. El amor ha muerto. Nosotros lo hemos matado y yace su cadáver putrefacto en nuestros pies. ¿Cómo el hombre ha podido asesinar lo más sagrado que ha tenido?
Ante tal tragedia, este ensayo propone la transmutación del amor. La destrucción de los cimientos de un falso ídolo que lleva muerto hace ya mucho tiempo. El poliamor es una resistencia ante la concepción del amor como algo utilitario. “No hay relaciones de poder sin resistencias” (Foucault 1981: 88). En el caso de la monogamia, el poder que ejerce el sistema sobre los individuos ha generado una resistencia. El poliamor se ha convertido en una forma cuestionar lo que se ha considerado como normal y anormal. El poliamor se opone a la concepción utilitaria del amor que la biopolítica ha generado. El intento por disciplinar el cuerpo y regular los fenómenos de la población ha generado un nuevo tipo de lucha política. Esta nueva lucha política demanda una nueva categoría de derechos, entre ellos, el derecho al cuerpo, sexualidad, satisfacción de necesidades (Lemke 2017: 59). El poliamor cuestiona la naturalidad y normalidad de la concepción que se tiene de amor dentro de la monogamia. “Las normas habituales de la vida amorosa tal como se las destila la sociedad no son aquí de gran utilidad: lo que está permitido o prohibido, lo que se puede mostrar o lo que uno debe esconder, etc., hay reinventarlo casi todo.” (Thalmann 2008: 43). La práctica de la monogamia sin cuestionamiento alguno sería una sumisión ante el control de la sociedad que se desarrolla a través de la biopolítica. Por ello, la razón por la cual se debe optar por el poliamor no radica tanto en que tan exento de esté de ser usado por la biopolítica, sino en la forma de resistencia que ejerce ante el poder y lo normal. La biopolítica constantemente generará la división entre lo normal y lo anormal. En este caso, correspondería a la resistencia cuestionar, refutar y criticar constantemente lo que es tomado por normal e incuestionable y evitar que se acepte lo normal y lo anormal sin cuestionamiento alguno.  
En síntesis, la monogamia debería dejar de ser el modelo obligatorio de relación amorosa entre individuos y ser reemplazado por el poliamor. En primer lugar, se mostró que no existe alguna predisposición biológica a practicar la monogamia. En segundo lugar, se argumentó que, a pesar de las objeciones en contra del poliamor, el poliamor no es una degradación del concepto de amor y no es una forma de justificar el libertinaje. Finalmente, el poliamor representa una forma de resistencia ante la normalización disciplinaria producida por la monogamia y es una forma de amor libre ya que carece de sentimientos de posesión de un individuo u otro. Este ensayo es un manifiesto poliamoroso. Propone la transmutación del concepto de amor. Tras haber sido sometido a un examen, el discurso monógamo ha demostrado que no pueden sostenerse a sí mismo y, por otro lado, se ha desenmascarado las relaciones de poder existentes dentro de sí. Este ensayo ha dinamitado los cimientos de la monogamia. Tras haber terminado la lectura de este ensayo, el hombre no debe quedarse apreciando los escombros de la estatua de un ídolo ya muerto. El hombre debe reconstruir los cimientos de otro tipo de amor. El hombre debe cimentar las bases para un amor, demasiado humano. Pues, el ser humano debe recuperar la jovialidad de vivir el amor. Se deben pensar las relaciones amorosas por fuera de todo régimen normativo, fuera de la figura del derecho con deberes y obligaciones que supuestamente expresan el espíritu del amor pero que lo llevan a lo contractual. El problema es la institucionalización de todo amor. El poliamor es una forma de replantear la concepción de relaciones amorosas. El poliamor busca formas libres de unión entre personas. Haber leído al menos un párrafo de este ensayo libera hasta al espíritu más cautivo y el haberlo interiorizado genera la elevación hasta del espíritu más conservador a alturas inimaginables para cualquier hombre de hoy en día.  



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