El poliamor: un amor humano, demasiado humano
Hoy en día, se pueden problematizar muchos aspectos derivados del amor,
como el matrimonio, el noviazgo, etc. Sin embargo, existe un aspecto que, a
pesar de que han surgido diferentes teorías que llegan a cuestionarlo, no se ha
logrado un cuestionamiento por parte de toda la sociedad peruana. Pues, en
algunos casos, se da por hecho de que es un aspecto inmutable y necesario en la
sociedad. Este aspecto es la monogamia. “Muchos hablan del amor [amor dentro de
los vínculos monógamos] […] como en los siglos pasados hablaron de Dios” (Beck
y Beck-Gernsheim 2001: 30). En cierto modo, es casi inconcebible pensar los
vínculos amorosos fuera de la exclusividad de la monogamia. No se piensa más
allá de las formas institucionales en las que la pareja se ha manifestado hasta
ahora, ya que es una práctica muy arraigada a lo largo de la historia del Perú.
Sin embargo, ¿Se pueden pensar los vínculos amorosos fuera de todo tipo de
relación institucionalizada como es el caso de la monogamia y la
poligamia?
El poliamor es un tipo de práctica amorosa que, en contraposición a la
monogamia, no encierra el amor en la exclusividad de dos personas y practica un
amor más inclusivo en la cual pueden participar más de dos personas a través de
un acuerdo entre cada una de las partes. El poliamor fue un término acuñado en
1990 a partir de la raíz griega poly
que quiere decir muchos, y del latín amor,
que en el idioma español significa lo mismo (Veaux y Rickert 2014: 24). En una
relación poliamorosa, no existe una estructura o forma rígida y normativa, ya
que la estructura de la relación poliamorosa florece a partir de los
sentimientos de los integrantes y de los acuerdos que se realiza entre ellos.
La forma de la relación depende de los acuerdos que se hayan tomado entre las
distintas partes. Ante la unión o salida de un integrante, los acuerdos tomados
anteriormente se redefinen (Thalmann 2008: 43).
No obstante, ante toda la tradición monógama en la sociedad y el
surgimiento del poliamor acabe formularse la siguiente pregunta: ¿La monogamia
debería dejar de ser el modelo de relación obligatoria y ser reemplazada por el
poliamor? En el presente texto, se argumentará a favor de que la monogamia
debería de dejar de ser el modelo de relación amorosa obligatoria y que se
puedan formar relaciones poliamorosas de forma libre. Para ello, se utilizarán
tres argumentos para defender la idea. El primer argumento será que la
monogamia es un patrón guiado por la cultura y no por correlato biológico. El
segundo serán las razones por las cuales el poliamor no es una forma de degeneración
del concepto de amor. Finalmente, se explicará las razones por las cuales el
poliamor está exento de las relaciones de poder en la sociedad y es una forma
de amor libre.
En primer lugar, la monogamia es un patrón guiado por la cultura y no por
el correlato biológico. Hecho que se puede evidenciar con el estudio de la
historia primitiva. “Existió un estadio primitivo en el cual imperaba en el
seno de la tribu el comercio sexual promiscuo, de modo que cada mujer
pertenecía igualmente a todos los hombres y cada hombre a todas la mujeres”
(Engels 2017: 42). Un claro ejemplo de la reproducción y unión fuera de los
vínculos monógamos es la cultura polinesia. Cultura que se habría desarrollado
tras la inmigración a alguna de las islas del triángulo polinésico, en el año
1200 a.C., y sin contacto alguno con otra cultura hasta 1595 d.C. Acerca del
tipo de unión que regía esta cultura, no eran monógamos ni estrictamente
polígamos. Estos fueron sexualmente abiertos a los forasteros que los
contactaron por primera vez (Olson 2012: 193). Esta tendencia a ser sexualmente
abiertos se debe a factores biológicos presentes tanto en el hombre como en la
mujer.
En el caso de los machos, estos producen gran cantidad de espermatozoides,
debido a que necesitan estar disponibles para varios encuentros sexuales con el
objetivo de fecundar a la mayor cantidad de hembras posible. Los machos tienden
a ser promiscuos, ya que la producción de espermatozoides es en grandes
cantidades y no implica una gran inversión (Barash y Lipton 2003: 29). El deseo
de aparearse en lo posible con un gran número de hembras radica en la inversión
parental. “La inversión parental es, sencillamente, todo el elemento gravoso
–tiempo, energía, riesgo –que un progenitor gasta o soporta en favor de su
descendencia y que incrementa las posibilidades de que esta tenga éxito”
(Barash y Lipton 2003: 31). En el caso el ser humano, existe una inversión
parental diferente entre el hombre y la mujer. El hombre es el que realiza una
inversión menor que la mujer. Además, el sexo que más invierte se convierte en
un recurso preciado para el que invierte menos (Barash y Lipton 2003: 31). Por
ello, los machos estarán en la búsqueda constante de hembras para poder
inseminarlas. El esfuerzo reproductivo de los machos implica dedicar energía
principalmente en competir por parejas (Muehlenbein 2015: 1067). Por otro lado,
a pesar de que los machos ayudan a la hembra a criar a su descendencia, estos
aún se encuentran disponibles para relacionarse con otras hembras para poder
acrecentar su descendencia (Barash y Lipton 2003: 32). La disponibilidad del
macho para dejar a su descendencia por la búsqueda de nuevas hembras se debe a
que es más conveniente procrear descendencia en mayor cantidad que quedarse
cuidando a esta.
Usualmente, en los machos, la posibilidad de perder es menor que la de
ganar al abandonar la descendencia existente en busca de otra (Fine 2017: 38).
La producción de espermatozoides en cantidad lleva a los machos a aspirar al
éxito reproductivo y para lograr este objetivo van a necesitar inseminar de
manera exitosa a la mayor cantidad de hembras. Objetivo que no podrá ser
logrado si el macho es monógamo. Para el macho, la monogamia significaría una
desventaja al momento alcanzar el éxito reproductivo, ya que representa una
reducción de oportunidades para lograr su cometido (Barash y Lipton 2003: 34).
Además, la búsqueda por el éxito reproductivo también se podría justificar con
la posibilidad de eyaculaciones múltiples en algunos mamíferos, entre ellos el
ser humano. La existencia de múltiples parejas sexuales se puede evidenciar con
la capacidad de eyaculaciones múltiples presente en el 80% de todas las
especies de mamíferos. (Barash y Lipton 2003: 38). Por ello, ante la evolución
biológica, se puede evidenciar que los mamíferos machos son propensos a
mantener relaciones sexuales con diferentes hembras con el objetivo de
inseminar a la mayor cantidad. “La mayoría de observadores del comportamiento
animal, por no mencionar a los observadores del Homo sapiens, estarían de
acuerdo en que los machos exhiben por lo general mayor apetencia sexual y menor
discriminación” (Barash y Lipton 2003: 39).
Por otro lado, las hembras producen una escaza cantidad de células
reproductivas. “Una única eyaculación humana […] contiene alrededor de doscientos
cincuenta millones de espermatozoides, mientras que, por contraste, para que se
produzca la ovulación de un único huevo se precisa alrededor de un mes” (Barash
y Lipton 2003: 30). En comparación con los machos, invierten más recursos y tiempo
para poder reproducirse. La reproducción femenina se divide en gestación,
parto, lactancia y la reanudación del ciclo menstrual, lo cual implica costos
de tiempo y energía (Muehlenbein 2015: 1061-1062). Durante la gestación, la
madre realiza un gran gasto energético, ya que la cría se alimenta de su flujo
sanguíneo. (Barash y Lipton 2003: 30). Además, el tamaño de las crías humanas
también influye de gran manera en el gasto energético de la madre. En
comparación con los primates, parientes más cercanos del ser humano, las crías
humanas nacen más gordos, grandes y pesados en relación con el tamaño materno,
lo que convierte a los bebes humanos en los más costosos de producir
(Muehlenbein 2015: 1062). Asimismo, después de dar a luz a la cría, el gasto
energético aún continúa. “Tras el alumbramiento, el mamífero recién nacido
(humano o no) recibirá proporcionalmente aún más alimento, en forma de leche,
de los pechos de su madre” (Barash y Lipton 2003: 30). Debido a esto, la hembra no puede permitir
alumbrar a una cría sin posibilidades de sobrevivir, ya que el gasto de energía
durante su gestación y de cuidado tras el alumbramiento habría sido un
desperdicio. “Si una hembra de mamífero […] es inseminada por un macho inferior
–por ejemplo, uno cuya descendencia no consiga sobrevivir o […] reproducirse—,
pagará un alto precio en forma de riesgo además de en tiempo y energía
perdidos” (Barash y Lipton 2003: 30).
Por ello, para conseguir descendencia que logre sobrevivir, su objetivo
será ser inseminada por un macho superior al resto, a través de encuentros
sexuales con diferentes machos o también conocido como el apareamiento
múltiple. A través del apareamiento múltiple se da competición de espermatozoides.
Este es un hecho que se deriva directamente del apareamiento múltiple.
Competición que se ha logrado evidenciar en todos los grupos de animales e
incluso en el ser humano (Barash y Lipton 2003:9). La competición de
espermatozoides le permite a la hembra ser inseminada por los espermatozoides
del mejor macho. Esta competencia se da entre los espermatozoides de los
diferentes machos con el objetivo de lograr fertilizar el único ovulo de la
hembra (Baker y Bellis 2014: 64). Esta competencia permitirá a la hembra generar
descendencia que sea capaz de sobrevivir. Sin embargo, para que exista la
competencia, el apareamiento con múltiples individuos no es suficiente. El
apareamiento de una hembra con un macho debe ocurrir mientras aun, la hembra
contiene en su tracto reproductivo esperma competitivo de uno o más machos
diferentes (Baker y Bellis 2014: 64). Esta es la razón por la cual las mujeres
pueden tener orgasmos múltiples. Los intervalos de tiempo entre cada relación
sexual con cada macho diferente no deben ser muy extensas, ya que también se
debe considerar el tiempo de vida de los espermatozoides. Las inseminaciones a
la hembra deben ser realizadas dentro del tiempo de vida competitiva del
esperma del primer macho (Baker y Bellis 2014: 64).
Por otra
parte, la no predisposición biológica a practicar la monogamia aún sigue
vigente a pesar de que entre la aparición del hombre y el presente hayan pasado
muchos años. El entorno actual existe desde un tiempo tan corto que no puede
haber un cambio significativo en el desarrollo biológico. Los antiguos módulos
del cerebro que dirigían el comportamiento de los seres humanos aún siguen
vigentes (Precht 2011: 31). Por ello, ante la evidencia presentada
anteriormente, queda claro que el ser humano no tiende a formar relaciones
amorosas que implican la exclusividad amorosa y sexual, como es el caso de las
relaciones monógamas, sino que ambos sexos tienden a formar relaciones amorosas
y sexuales con diferentes personas de una manera simultánea, como es el caso
del poliamor.
En segundo lugar, se podría afirmar que el poliamor es una forma de
degradación del amor, ya que el concepto de amor se tergiversa hasta llegar al
punto de que cualquier atracción puede ser considerada como amor. “No es que
más gente esté a la altura de los estándares del amor en más ocasiones, sino
que esos estándares son ahora más bajos” (Bauman 2005: 20). Pues, este tipo de
relación podría favorecer la superficialidad del amor, ya que el afecto se
reparte más allá de la dualidad de la pareja y esta repartición generaría que
se confunda amor con atracción. “El amor verdadero debe ser total, no se puede
fraccionar” (Thalmann 2008: 55). Por ello, el poliamor sería una alternativa de
relación amorosa totalmente superficial y que generaría una degradación del
concepto de este.
Por otra parte, también se podría afirmar que es una forma de
institucionalizar el libertinaje. Al existir una relación formada por más de
dos individuos, aumenta la posibilidad de mantener relaciones sexuales en mayor
cantidad y con individuos diferentes. La imagen que se forma del poliamoroso es
de una persona egoísta que no puede renunciar a sus impulsos y solo busca el
bienestar propio. Para el poliamoroso, lo más importante es el bienestar
personal. No es capaz ser considerado con los demás (Thalmann 2008: 62). Además,
que otra prueba de que es una forma de institucionalizar libertinaje radicaría
en la inestabilidad de las relaciones. “[El poliamoroso] un ser inconstante,
dispuesto a apasionarse por un nuevo amor, a la búsqueda constante de
excitación y de novedades” (Thalmann 2008: 56).
Sin embargo, en el poliamor, no existe degradación alguna del concepto de
amor. Cuando se afirma que se confunde pequeñas atracciones con amor, se
evidencia el hecho de que el concepto de amor está siendo configurado por la
monogamia. Se considera que la única relación en la que puede existir amor es
en la que existe la exclusividad amorosa. Generalmente, se piensa el concepto
de relación amorosa en el centro de las relaciones monógamas. Sin embargo, ni
el amor ni las relaciones románticas son sinónimos de monogamia (Fuentes 2012:
288). Entonces, si el amor no es la unión exclusiva entre individuos, ¿Qué es
el amor? Según el contexto la biología del apego, las hormonas y
neurotransmisores, como la oxitocina, vasopresina, prolactina, testosterona,
dopamina, etc., están vinculadas en el desarrollo y mantenimiento de los
vínculos fisiológicos entre los progenitores y las crías. Sin embargo, este
sistema también funcionaria entre adultos. El toque físico, gasto en tiempo
social y las interacciones sociales pueden desencadenarla. Hay un sistema
evolucionado en los seres humanos que utiliza interacciones sociales y físicas,
hormonas y cerebro para estimular más el cerebro a sentirse más cerca y más
unido a otro individuo (Fuentes 2012: 288). Ante el contexto de la biología del
apego, la definición convencional del amor cambia radicalmente. Desaparece las
divisiones entre diferentes tipos de amor como es: el amor a los padres, el
amor a los amigos, el amor a los hijos, etc. La concepción de amor se convierte
en una fuerza que genera apego entre las personas. El antropólogo Walter
Goldschmidt lo llamo hambre afectiva. Esto consiste en que el sistema básico
que vincula a las madres de mamíferos con sus crías se ha expandido y se ha
optado por la especie humana para que actué como un sistema de vinculación
social y fisiológica entre los individuos (Fuentes 2012: 289). Entonces,
respondiendo la pregunta sobre la definición del amor, el amor es un contexto
subyacente al hambre afectiva. Es la capacidad de formar múltiples lazos sociales
fuertes. (Fuentes 2012: 289). Y hablando de una más general, el amor romántico
solo se diferencia del amor a las demás personas en la producción de algunas
hormonas diferentes. Estas hormonas serían las encargadas de producir el
comportamiento sexual (Fuentes 2012: 290). Por ello, el amor romántico se puede
dar hacía más de una persona ya que es posible formar diferentes vínculos
sociales fuertes y, como se mencionó anteriormente, sentir atracción sexual por
más de una persona, hecho que recibiría el nombre de apareamiento múltiple.
Por otro lado, el poliamor no podría ser considerado como una forma de
legitimar el libertinaje. El libertinaje implica formar diferentes parejas pero
con el único objetivo de ampliar la vida sexual. No es necesario que exista
algún vínculo sentimental entre ellas (Thalmann 2008: 36). En contraposición al
libertinaje, las relaciones poliamorosas no solo se fundamentan en el mero
hecho de tener encuentros sexuales con diferentes tipos de personas. Para
cualquiera que imagine que ser poliamoroso significa acostarse con cualquier
persona, cuando se quiera, sin tener consideración los sentimientos de los
demás está equivocado. La relación poliamorosa no significa que todo está
permitido. Significa mucho más: escuchar, discutir, resolver los problemas que
se susciten entre los integrantes de la relación. (Veaux y Rickert 2014: 32).
Por otro lado, las relaciones poliamorosas tampoco significan un acuerdo entre
un grupo de personas para satisfacer sus deseos sexuales mutuamente. El poliamor
no necesariamente sugiere el acuerdo de las partes para únicamente mantener
relaciones sexuales. Hay personas en poliamorosas con diferentes gustos. Por
ejemplo, hay familias poliamorosas pasan su tiempo realizando actividades que
una familia común hace (Veaux y Rickert 2014: 38). Asimismo, es falso que sea
inestable, ya que los poliamorosos no generan lazos amorosos con otros
individuos para olvidar los problemas que tiene con los integrantes de la
relación. “Uno no se lanza a una nueva relación para paliar las
insatisfacciones vividas en la anterior” (Thalmann 2008: 60). En el poliamor,
la estabilidad radica en la existencia de compromisos y cláusulas para que se
pueda desarrollar armónicamente la relación entre los diferentes individuos.
Además, los compromisos y cláusulas se van renovando a medida que los
integrantes de la relación van variando. El compromiso y la estabilidad no se
reducen a formas preestablecidas e invariables del amor. Desafortunadamente, la
sociedad ha enseñado que el compromiso solo se otorga a través de la
exclusividad sexual (Veaux y Rickert 2014: 26).
Además, las relaciones poliamorosas no pueden ser consideradas como
adulteras, ya que el grado de elección de la persona en cada caso es distinta.
La promiscuidad sugiere la falta de discernimiento. Los poliamorosos llegan a
ser más exigentes al elegir a la pareja (Veaux y Rickert 2014: 32). Un claro
ejemplo de esta mayor exigencia de elección ocurre en la probabilidad de
contraer enfermedades venéreas. Irónicamente, las relaciones poliamorosas
tienes menos probabilidades de contraer o transmitir alguna enfermedad de
transmisión sexual (Pincus y Hiles 2017: 42). Esto se debe a que existe más
comunicación, se conoce mejor a la persona y hay un mayor discernimiento a la
hora de elegir a la persona en una relación poliamorosa que en la mayoría de
relaciones de infidelidad y promiscuidad. La gran parte de transferencia de
enfermedades de transmisión sexual ocurre debido a que no existe una correcta
protección y por el desconocimiento del mal que aqueja al otro. En el caso del
poliamor, existe la comunicación sobre las preferencias de protección para
estas enfermedades, que integrantes las padecen y los límites para las
relaciones sexuales (Pincus y Hiles 2017: 42).
Por otro lado, paradójicamente, a pesar de que en la monogamia se debe ser
fiel solo a una persona, no siempre se cumple el voto de fidelidad que se juró
ante la pareja. “Los clientes de la prostitución y de forma general de los
diferentes comercios relacionados con el sexo […] no son solo los solteros. Una
gran parte de esta clientela la constituyen hombres casados, que buscan darle
sabor a una vida sexual que se ha vuelto sosa” (Thalmann 2008: 28). Debido a
que los amores y relaciones íntimas fuera de la pareja están prohibidos, los
individuos intentan saciar sus impulsos sexuales en situaciones fuera del
vínculo monógamo a escondidas de la pareja. Sin embargo, la infidelidad no solo
ocurre por hecho de insatisfacción, sino también por el hecho de es prohibida. La
prohibición resulta contraproducente debido a la reactancia psicológica. Este
fenómeno consiste en desear todo lo que se prohíbe al sujeto (Thalmann 2008:
87). Asimismo, la libertad sexual no necesariamente tiene que desembocar en una
sociedad sumida en un desenfreno sexual irreversible. Contrario a lo que se
cree sobre la libertad sexual, esta generaría un mayor cuestionamiento al
momento de relacionarse con un nuevo amante (Thalmann 2008: 87). La falta de
franqueza de los amantes tradicionales no radica tanto en el miedo de mentir o
engañar sino el hecho de decir la verdad, debido a la culpa por haber realizado
una acción prohibida y por cómo podría sentirse a la pareja el enterarse de la
verdad. En el poliamor, ante la existencia de una nueva atracción hacia a una persona,
el individuo no lo oculta a los demás integrantes de la relación. Pues, los
integrantes sienten la confianza de comentar la nueva atracción a otra persona
y se puede llegar a un acuerdo entre las demás partes.
Finalmente, el poliamor representa una forma de amor libre, ya que no
contempla la exclusividad amorosa. La exclusividad amorosa deriva en los celos.
En algunos casos podría derivar en el sentimiento de posesión del otro
integrante de la pareja. “La posesividad es uno de los resultados directos de
la exclusividad: el que acepte entregar la satisfacción de todas sus
necesidades afectivas y sexuales en manos de una única persona hará bien en
tenerla controlada” (Thalmann 2008: 45). Por ello, la monogamia forma una
relación de poder entre los individuos en la cual uno se siente poseedor del
otro. Sin embargo, las relaciones de poder no se reducen a la monogamia.
También, se producen las relaciones de poder en las relaciones polígamas en la
cual la exclusividad amorosa se da entre el género que carece de libertad para
amar y el género que cuenta con la libertad de amar, dependiendo si es una
poliandria o una poliginia. “Los amantes exclusivos llegan a pensar muy pronto
que su pareja les pertenece. Y si no su espíritu, al menos su cuerpo, y como
mínimo su sexo” (Thalmann 2008: 45). Este razonamiento lleva a que exista un
individuo dominante en la relación que intenta controlar al otro integrante,
hecho que está considerado como algo normal y en cierto modo considerado de
modo romántico como parte del “sacrificio por el otro”. “Se otorga a un miembro
de la pareja […] el derecho de dominar a su cónyuge: derecho a disponer de su
tiempo, de su libertad, incluso de su vida” (Thalmann 2008: 30). Ante este
dominio, el individuo dominante deja de percibir a su compañero como una
persona libre y lo siente como un objeto. Al sentir que su pareja le pertenece,
el individuo dominante la concibe como un objeto que puede utilizar, dirigir y
corregir como le parezca oportuno (Thalmann 2008: 30).
Este sentimiento o deseo de posesión del otro puede generar los celos de la
pareja. El amante percibe otras relaciones que tiene su pareja como una amenaza
que puede afectar la exclusividad mutua y, con ello, producir carencias
(Thalmann 2008: 45). Posteriormente, los celos producidos en un integrante de
la pareja podrían derivar en la violencia de pareja, que en muchos casos es en
contra de la mujer. Hecho que se evidencia en los expedientes judiciales entre
el 28 de diciembre de 2011 al 31 de junio de 2015. De cincuenta casos de
feminicidio, diez fueron cometidos por ex convivientes y cinco, por ex enamorados.
Hecho que evidencia que en algunos casos, las mujeres aún tienen limitaciones
con su autonomía, a pesar de haber terminado esas relaciones (Defensoría del pueblo
2015: 117-118). Por otro lado, también se puede evidenciar en la cantidad de
feminicidios por celos o infidelidades. De los cincuenta casos, dieciocho casos
fueron por celos y dieciséis casos fueron por la suposición de que hubo alguna
infidelidad (Defensoría del pueblo 2015: 118).
Como se mencionó anteriormente, no se puede generalizar la posesividad
entre individuos y las derivaciones de los sentimientos de posesividad en las
relaciones monógamas. Sin embargo, en la exclusividad amorosa, aún existe
margen para que desarrollen los sentimientos posesividad y los actos que
derriban de ellos. Hecho que no ocurre en el poliamor ya que no existe la
presuposición de que uno le pertenece al otro y además consideran que cada
integrante de la relación es libre de actuar como desee. En las relaciones
poliamorosas, cada integrante es libre de actuar como desee. No existe la
posesión de un individuo a otro (Thalmann 2008: 46). Por ello, en las
relaciones poliamorosas no pueden existir los celos. La sensación de pérdida es
lo que produce los celos. No se puede sentir celos si nunca menos se ha sentido
al otro como una pertenencia (Thalmann 2008: 74).
Por otro lado, el poliamor se ha convertido en una forma de resistencia
ante el control que ejerce la biopolítica en los individuos. “[La biopolítica]
se refiere a la política que se ocupa de la vida” (Lemke 2017: 17). Para la
biopolítica, el cuerpo se convierte en un instrumento que es manejado por las
instituciones y sus prácticas para cumplir un fin (Fernández y Sierra 2012:
10). En el caso de la monogamia, esta es usada por el sistema como una forma de
regular los comportamientos sexuales y sentimentales de los individuos.
Entonces, el poder no reprime el sexo, sino que a través de discursos le dice
al ser humano como vivir y practicar su sexualidad. La biopolítica logra
manipular a los individuos a través de la normalización disciplinaria. “La
normalización disciplinaria consiste en plantear ante todo un modelo, un modelo
óptimo que se construye en función de determinado resultado, y la operación de
normalización disciplinaria pasa por intentar que la gente, los gestos y los
actos se ajusten al modelo” (Foucault 2006: 70-71). Además, esta consiste en
juzgar al individuo a partir de una norma impuesta y de acuerdo con esa norma
se considera si es alguien normal o no. “Normal es quien es capaz de
conformarse a esta norma, anormal quien no lo consigue” (Fernández y Sierra
2012: 57). Una característica de la normalización disciplinaria es que logra
que los individuos cumplan los preceptos impuestos por la sociedad a través del
filtro de lo normal y anormal sin necesidad de coacción alguna. Llegan a
considerarlo como algo natural e incuestionable. “El control debe alojarse en
la cabeza del dominado y a considerar como natural lo que se le está
imponiendo” (Fernández y Sierra 2012: 33).
Un ejemplo es el caso de las relaciones amorosas dentro de los vínculos
monógamos. La monogamia es considerada como un modelo de relación amorosa
normal e ideal. Por ello, es practicada sin ninguna coacción o legitimación del
estado ni de la religión (Beck y Beck-Gernsheim 2001: 36). La normalización
disciplinaria de la monogamia produjo la concepción de que la práctica de la
monogamia es lo correcto y produjo el rechazo de otras formas de relaciones
amorosas como el poliamor. “Estamos condicionados para pensar que la unión
monógama es la única forma de vivir nuestros amores, hasta el punto de elevarla
al rango de ideal, aunque nuestra experiencia personal nos diga lo contrario”
(Thalmann 2008: 27). La normalización disciplinaria de la monogamia se
desarrolla día a día mediante la cultura y el entorno, las historias románticas
del cine, la industria musical, etc.
El criterio que utiliza la biopolítica para regular los comportamientos de
los individuos es la utilidad que puede generar ese comportamiento para el
sistema. “El biopoder asegura el sometimiento y el incremento de la utilidad
del cuerpo, y de la especie” (Fernández y Sierra 2012: 152). Criterios que
muchas veces deja de lado el aspecto sentimental de los individuos. La
monogamia está concebida como una unión utilitaria para la sociedad. El matrimonio
es visto como un sistema social que sirve para legitimar la reproducción, la
herencia de la propiedad y para controlar y regular la actividad sexual de los
individuos (Fuentes 2012: 294). Ante la
concepción utilitaria del amor dentro de la monogamia, la pareja puede cumplir
cada una de las exigencias que implica ser parte de una relación monógama, ser
un modelo ideal de monogamia y que su unión este respaldada un contrato legal,
pero puede que no sientan amor mutuamente o se hayan dejado de querer hace
mucho tiempo. El matrimonio, como expresión máxima del amor monógamo, queda
totalmente desvirtuado. Para el poder, la monogamia dejo de ser una relación
unida por el amor y pasó a ser una institución. El amor como prueba de la unión
de dos personas ha dejado se ser válida. Los vínculos que unen el matrimonio se
reducen a la firma de un contrato. El amor ha muerto. Nosotros lo hemos matado
y yace su cadáver putrefacto en nuestros pies. ¿Cómo el hombre ha podido
asesinar lo más sagrado que ha tenido?
Ante tal tragedia, este ensayo propone la transmutación del amor. La
destrucción de los cimientos de un falso ídolo que lleva muerto hace ya mucho tiempo.
El poliamor es una resistencia ante la concepción del amor como algo
utilitario. “No hay relaciones de poder sin resistencias” (Foucault 1981: 88).
En el caso de la monogamia, el poder que ejerce el sistema sobre los individuos
ha generado una resistencia. El poliamor se ha convertido en una forma
cuestionar lo que se ha considerado como normal y anormal. El poliamor se opone
a la concepción utilitaria del amor que la biopolítica ha generado. El intento
por disciplinar el cuerpo y regular los fenómenos de la población ha generado
un nuevo tipo de lucha política. Esta nueva lucha política demanda una nueva
categoría de derechos, entre ellos, el derecho al cuerpo, sexualidad,
satisfacción de necesidades (Lemke 2017: 59). El poliamor cuestiona la naturalidad
y normalidad de la concepción que se tiene de amor dentro de la monogamia. “Las
normas habituales de la vida amorosa tal como se las destila la sociedad no son
aquí de gran utilidad: lo que está permitido o prohibido, lo que se puede
mostrar o lo que uno debe esconder, etc., hay reinventarlo casi todo.” (Thalmann
2008: 43). La práctica de la monogamia sin cuestionamiento alguno sería una
sumisión ante el control de la sociedad que se desarrolla a través de la biopolítica.
Por ello, la razón por la cual se debe optar por el poliamor no radica tanto en
que tan exento de esté de ser usado por la biopolítica, sino en la forma de
resistencia que ejerce ante el poder y lo normal. La biopolítica constantemente generará la
división entre lo normal y lo anormal. En este caso, correspondería a la
resistencia cuestionar, refutar y criticar constantemente lo que es tomado por
normal e incuestionable y evitar que se acepte lo normal y lo anormal sin
cuestionamiento alguno.
En síntesis, la monogamia debería dejar de ser el modelo obligatorio de
relación amorosa entre individuos y ser reemplazado por el poliamor. En primer
lugar, se mostró que no existe alguna predisposición biológica a practicar la
monogamia. En segundo lugar, se argumentó que, a pesar de las objeciones en
contra del poliamor, el poliamor no es una degradación del concepto de amor y
no es una forma de justificar el libertinaje. Finalmente, el poliamor
representa una forma de resistencia ante la normalización disciplinaria
producida por la monogamia y es una forma de amor libre ya que carece de
sentimientos de posesión de un individuo u otro. Este ensayo es un manifiesto
poliamoroso. Propone la transmutación del concepto de amor. Tras haber sido
sometido a un examen, el discurso monógamo ha demostrado que no pueden sostenerse
a sí mismo y, por otro lado, se ha desenmascarado las relaciones de poder
existentes dentro de sí. Este ensayo ha dinamitado los
cimientos de la monogamia. Tras haber terminado la lectura de este ensayo, el hombre no
debe quedarse apreciando los escombros de la estatua de un ídolo ya muerto. El hombre
debe reconstruir los cimientos de otro tipo de amor. El hombre debe cimentar las
bases para un amor, demasiado humano. Pues, el ser humano debe recuperar la
jovialidad de vivir el amor. Se deben pensar las relaciones amorosas por fuera
de todo régimen normativo, fuera de la figura del derecho con deberes y
obligaciones que supuestamente expresan el espíritu del amor pero que lo llevan
a lo contractual. El problema es la institucionalización de todo amor. El
poliamor es una forma de replantear la concepción de relaciones amorosas. El poliamor
busca formas libres de unión entre personas. Haber leído
al menos un párrafo de este ensayo libera hasta al espíritu más cautivo y el
haberlo interiorizado genera la elevación hasta del espíritu más conservador a
alturas inimaginables para cualquier hombre de hoy en día.
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